Breve Recuento.

Nacer en enero, mes de Jano, y justo el último día del mes, debe guardar algún significado dentro de esos imaginarios que se construyen para hacer un tanto más llevadera la crudeza de la realidad. El impulso de esos supuestos me ha llevado con el paso de los años a fungir de busto bicéfalo reposando en el dintel de una puerta que conecta dos realidades en apariencia contradictorias. Por éste lado, entre los arreboles del alba y las fatigas del ocaso, el ingeniero, desarrollador de proyectos de software, detallado armador de circuitos, no tanto por las posibles utilidades a aplicar, sino más por su belleza intrínseca, los juegos de la simetría aplicada a materiales y formas, el misterio que después de todo se esconde en el comportamiento dual de los electrones, saltando órbitas evanescentes en impulsos de energía, inocentes esclavos de la modernidad. Del otro lado, en horas distantes de las labores obligadas, del continuo girar de la rueda de los roles y el progreso, el acomodador de palabras, invento de mí mismo, intentando una y otra vez hallar un nicho entre esas interminables formas de papel que se aglomeran ahora solitarias, deseos de permanencia en el tiempo y en la mente, al tiempo que un escape, tercera vía para los malestares que me rodean y habitan, perspectiva por fuera de la rigidez de las ecuaciones y las normas técnicas, de los protocolos de comunicación.